La cultura, ese ingrediente invisible que da sazón a nuestras ciudades, vuelve a ser la primera en irse al fondo del caldero. Pero esta vez, el guiso no lo narra un cronista de libro de historia, sino una administración local con sonrisa democrática y tijera presupuestaria.
El pasado 15 de julio de 2025, Daniella Levine Cava, alcaldesa del condado de Miami-Dade, anunció una serie de recortes para enfrentar un déficit de más de 400 millones de dólares en el presupuesto fiscal del próximo año. Entre las propuestas: un recorte de más del 50% de los fondos que eran destinados a programas culturales, la eliminación del Departamento de Asuntos Culturales a través de un “merging” con el sistema de bibliotecas del condado y la redistribución de sus fondos hacia el este departamento.
¿Cómo se explica este déficit tan profundo? ¿Es simplemente resultado de recortes federales o estamos también ante un desmadre administrativo disfrazado de “plan de ajuste”?
Las cuentas no cuadran, y tampoco las prioridades.
CULTURA EN VENTA DE GARAJE: Cuando el arte estorba al Excel.
¿Qué es el Departamento de Asuntos Culturales? Es una agencia pública dedicada a fortalecer el trabajo de organizaciones artísticas y artistas en el condado de Miami Dade a través de subvenciones y asistencia técnica para promover la educación artística, y hacer que las actividades culturales sean más equitativas y accesibles para todos los residentes y visitantes. También construir nuevas instalaciones culturales y mejorar las ya existentes; operar centros de arte; gestionar proyectos de arte público y mejorar la calidad visual del entorno construido del condado.
La propuesta de disolver el Departamento de Asuntos Culturales, conjuntamente con el despido de la directora de este departamento, Maria Laura Leslie, no es simplemente un recorte técnico. Es una declaración simbólica: la cultura ya no es esencial. El presupuesto de este departamento, que representa apenas el 1% del presupuesto general del condado para el año fiscal 2024 – 2025, ha sido crucial para mantener con vida a cientos de organizaciones culturales, festivales, proyectos comunitarios, y sí, trabajos. Ahora, la propuesta es que lo que quede de ese dinero será “reubicado” —una palabra elegante para decir que se lo llevarán a otra fiesta donde no se invita a los artistas.
Pero seamos claros: esto no es un debate entre libros y arte, se trata de transparencia en la gestión pública. Se trata de saber por qué el condado enfrenta un hueco financiero tan descomunal y por qué la solución parece siempre incluir silenciar las expresiones culturales.
DÉFICIT MILLONARIO: La debacle del tsunami.
¿De dónde salió este déficit? ¿Quién llevaba la chequera? ¿Dónde está el reporte que explique cómo una de las economías locales más activas del país se quedó tan cortita de billete? ¿Acaso estamos pagando las consecuencias de decisiones tomadas sin visión a largo plazo?
Las preguntas se multiplican, y aunque la administración apunta al “contexto federal”, debido al corte estatal presupuestario de 32 millones de dólares por parte del Gobernador Ron Desantis, lo cierto es que condados vecinos no han propuesto medidas tan radicales. Aquí, en cambio, se pasa de apoyar a organizaciones culturales con trayectoria a dejarlas huérfanas de un día para otro. Si esta es una emergencia fiscal, ¿dónde están las auditorías públicas? ¿Dónde está la rendición de cuentas real?
¿CULTURA O CLIENTELISMO? El arte como problema político.
En medio de todo esto, surgen sospechas sobre si la eliminación del Departamento de Cultura no es también una jugada política. La cultura incomoda, pregunta, organiza y denuncia. Con la disolución de este departamento, el mensaje es claro: el arte independiente y comunitario no genera dinero ni tampoco votos rápidos. Es más sencillo controlar la narrativa desde espacios más neutros, o vacíos, y en ese vacío, la única voz que se escucha es la del oficialismo.
Las organizaciones sin fines de lucro que dependen de subvenciones están dispuestas no solo a buscar soluciones alternativas, sino también a confrontar abiertamente al condado para defender su rol dentro del ecosistema cultural.
UNA VOZ DESDE EL ESCENARIO: El grito de los que aún crean.
“Esta noticia es un tiro al cerebro de la cultura… Ya nos cuesta mucho sostener la actividad del teatro… No se trata solo del número de actividades, sino de mantener la infraestructura y el ecosistema artístico.”
Este comentario, hecho por un artista local y miembro del board de una de las pequeñas organizaciones teatrales sin fines de lucro más importantes dentro de la comunidad hispana, es un diagnóstico desde las trincheras. Su voz no es la de un activista de última hora, sino la de alguien que lleva años levantando cultura con las uñas, que sabe lo que cuesta mantener un centro abierto, pagarle a un actor, sostener una temporada teatral sin que todo se venga abajo.
Y su advertencia es clara: lo que está en juego no es un evento o una subvención, es todo un tejido artístico que ya estaba desgastado y ahora se enfrenta al abandono institucional. Si esto es solo el comienzo, como dice el artista, “vienen tiempos difíciles”. Y el problema no es solo económico: es estructural, es existencial, es un tiro certero al corazón cultural de la ciudad.
BIBLIOTECAS SÍ, PERO NO ASÍ: El espejismo progresista.
La propuesta de trasladar los fondos al sistema de bibliotecas ha sido presentada como una victoria de la alfabetización en función de la comunidad. Y sí, nadie aquí está en contra de las bibliotecas, pero usar esa narrativa para justificar el desmantelamiento de la infraestructura cultural del condado es, al menos, tramposo.
Las bibliotecas necesitan apoyo, pero no a costa de desmantelar a los que promueven cultura viva: artistas, gestores, educadores, compañías de teatro, centros culturales, y medios comunitarios. Lo uno no debe borrar lo otro. La cultura no puede depender del turno electoral ni de los caprichos contables del momento.
EL SILENCIO TAMBIÉN SE FINANCIA.
El desmantelamiento del apoyo institucional a la cultura no solo es un golpe presupuestario, es una elección política, y como toda elección, tiene consecuencias. En este caso, representa la pérdida de memoria colectiva, de identidad compartida, de espacios de encuentro, y sobre todo, la normalización de que lo primero en ser cortado cuando hay crisis es lo que nos hace más humanos.
PIENSE, COMPARTA, ¡ACTÚE!
Entonces, ante este nuevo paisaje post-corte, cabe preguntar:
¿Qué es lo siguiente? ¿Qué harán ahora las organizaciones culturales sin fines de lucro? Y sobre todo… ¿Cómo llegamos a un déficit tan grande sin que nadie se hiciera responsable?
¡Saque pues usted sus propias conclusiones!
POR | SNARKY SUE
COVER | Ai