Cuando se Apagan las Luces del Teatro, Encienden las de la Censura.

in CHUSMA NEWS

“Apaga el Arte, Prende la Propaganda”

En la última entrega de “Cómo desmontar una democracia en cómodos pasos”, la administración de Donald Trump vuelve a atacar la cultura como si fuera el enemigo público número uno. ¿La amenaza esta vez? Cortar los fondos federales para la National Endowment for the Arts (NEA), National Public Radio (NPR), Public Broadcasting System (PBS), y todo aquello que no cuadre con su playlist de discursos inflamatorios y country patriótico.

Porque claro, ¿para qué invertir en el pensamiento crítico, la creatividad o la diversidad cultural si puedes gastar en muros, misiles y monólogos huecos? Quitarle el oxígeno a las artes no es una medida económica, es una jugada política—una de esas que los libros de historia ya nos han contado con pelos y señales. Pregúntale a Mao, a Stalin, a Hitler, a Fidel o a Chávez: todos sabían que una sociedad que piensa por sí misma es mucho más difícil de manipular. Mejor una población entretenida y moldeada a tu favor con desinformación y reality shows que una inspirada por arte que cuestione el status quo.

¿Las Artes, un lujo o una necesidad?

Las artes no son un lujo; son el alma crítica de una sociedad. Son las que nos enseñan a leer entre líneas, a entender matices, a conectar con realidades distintas a la propia. La educación artística es una herramienta de liberación, una vacuna contra el autoritarismo. ¿Y qué pasa cuando la eliminamos? Se abre el campo para narrativas únicas, monocromáticas, empaquetadas al gusto del poder.

Los programas apoyados por NEA no son indulgencias elitistas. Son talleres comunitarios en barrios olvidados, becas para jóvenes sin acceso, programas para personas mayores, puestas en escena que abordan violencia, raza, historia, memoria. NPR y PBS son de los pocos espacios mediáticos donde la conversación aún se permite sin gritos ni algoritmos. Eliminar estos fondos es como sacar las neuronas del debate público.

No nos engañemos: esto no es sobre ahorrar. Es sobre apagar luces, apagar voces y apagar todo lo que incomode al relato único que intenta imponerse desde el podio del poder. Es censura con corbata y presupuesto federal. Y mientras tanto, ¿qué hacemos nosotros? ¿Esperamos en silencio a que el telón caiga para siempre? ¿O salimos a escena, gritamos desde las gradas, tejemos redes de apoyo y defendemos cada espacio creativo como si fuera una barricada contra la ignorancia?

El silencio de los corderos.

Callarse no es una opción, no lo ha sido nunca porque cuando se normalizan este tipo de recortes y retrocesos, lo que está en juego no es solo un presupuesto: es el derecho a pensar, crear, disentir y educar sin miedo. La historia está llena de democracias que subestimaron el poder del encantamiento de serpientes y además populistas con micrófono en mano. En muchos casos, la tragedia empezó cuando demasiadas personas dijeron: “eso no pasará aquí”.

Hoy más que nunca, necesitamos recuperar el sentido común, no el común denominador de la indiferencia. Informarnos desde fuentes con mayor neutralidad, que no estén encadenadas a banderas ideológicas sino a principios éticos. Porque si no sabemos lo que está pasando, no sabremos cómo defenderlo. Y una ciudadanía desinformada es terreno fértil para cualquier régimen que quiera apagar las luces del pensamiento.

Porque sí, cuando se apagan las luces del teatro, lo que sigue no es solo oscuridad, se trata del espectáculo más peligroso de todos: el de una sociedad donde solo se aplaude lo permitido.

¡Bienvenidos a la función! ¡El guion aún no está cerrado!

POR | SNARKY SUE

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Snarky Sue was born somewhere between a half-erased mural and a poorly covered protest. A cultural journalist with a sharp tongue and a community-driven heart, Sue has a sixth sense for sniffing out progress dressed up as PR. She's lived in newsrooms, alleyways, pop-up galleries, and WhatsApp groups where the real art-world gossip brews. At CHUSMA NEWS, her pen exposes what others try to sweep under the mural. She speaks with irony but thinks seriously. She believes art is both a trench and a loudspeaker. If something reeks of gentrifier opportunism or censorship wearing institutional perfume, Snarky Sue is already taking notes.