Putumayo: El mapa sonoro del mundo.
Hay casas disqueras que se vuelven brújulas, capaces de señalar el norte de nuestras búsquedas interiores, y otras que son mapas abiertos donde caben geografías que nunca hemos pisado, pero que, de algún modo, ya pertenecen a nuestra memoria. Putumayo World Music es ambas cosas: brújula y mapa. Una casa productora que lleva más de tres décadas tejiendo puentes invisibles entre culturas, ritmos y corazones.
Una memoria sonora en la Habana.
Recuerdo con nitidez la primera vez que escuché Putumayo. Fue alrededor del año 2004, en La Habana. Un amigo que coleccionaba música y libros me transfirió algunos álbumes en formato MP3 hacia una vieja memoria USB que ya guardaba tesoros exóticos: algunos e-books imposibles de conseguir con la limitada conexión a internet en la isla y rarezas musicales que parecían llegar como mensajes en botellas.
Aquella noche era fresca, con la brisa habanera acariciando como si fuera un secreto compartido. Encendí la computadora y lo primero que me atrapó fueron las portadas: colores vivos, dibujos naive, escenas donde lo cotidiano de distintas culturas parecía celebrar una fiesta en papel. Al abrir los archivos y dejar que la música fluyera, comprendí de inmediato que aquello no era una compilación más: eran ventanas a mundos lejanos que de pronto parecían íntimos, familiares, propios.
Desde entonces, esos álbumes fueron cómplices de muchas madrugadas creativas en mi terraza, cuando me inclinaba a escribir o simplemente invitaba a amigos a disfrutar del atesorado descubrimiento. Cada canción llegaba como chispa, como un faro lejano que advertía la magia sonora proveniente de tierras lejanas. Putumayo se convirtió en parte de la banda sonora de mi vida, en la prueba tangible de que la música podía ser un refugio, un territorio sin fronteras.
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