La cultura en Miami: bonita, pero sin presupuesto.

in CHUSMA NEWS

A simple vista, Miami es un paraíso cultural. Murales en cada esquina, festivales de arte con copas de vino en mano, artistas pintando en vivo frente a un público que aplaude entre bites de sushi y ceviche gourmet. Todo es bonito, todo es “vibrante”, pero cuando uno rasca un poco la pintura, se encuentra con la realidad: la cultura en Miami es como una modelo sin agencia, maquillada para la foto, pero sin presupuesto para su propio alquiler.

Cultura para Instagram, no para la comunidad.

Wynwood, el barrio antes industrial, ahora es un showroom a cielo abierto para marcas y fotógrafos de boda. El arte, que alguna vez fue grito callejero y acto de resistencia, hoy es fondo para selfies o vehículo para vender camisetas. Y no es que falten artistas ya que obra talento en Liberty City, Hialeah, Little Haiti y Allapattah. Lo que falta es algo más básico: estructura, apoyo, continuidad y visión a largo plazo.

En Miami, muchos espacios culturales mueren antes de cumplir dos años. Las rentas suben, los fondos bajan, los patrocinadores piden más “visibilidad” que contenido. La cultura se convierte en un performance decorativo para justificar el desarrollo urbano —pero sin invitar al artista al banquete.

El eterno misterio de los fondos desaparecidos.

Que no se diga que en Miami no hay dinero. Aquí aterrizan miles de millones cada año para ferias como Art Basel, para mega-instalaciones temporales, para eventos en museos de acristalados silencios, pero ese flujo económico no llega al artista local, al taller independiente, al centro comunitario que trabaja con jóvenes o adultos mayores.

Existen grants, sí, pero son más difíciles de entender que el sistema de zonificación de Brickell. Formularios infinitos, procesos opacos, paneles curadores con gustos coloniales, y una política cultural que cambia cada vez que cambia el alcalde. El resultado: proyectos comunitarios valiosos quedan fuera porque no tienen un grant writer con inglés corporativo. A eso, sumele la extremada precaria situación que se vive en la política norteamericana actual donde es mas importante el ideal que los hechos. Numerosas insticuciones culturales que incentivan, promueven, y apoyan las artes brindándoles presupuesto a través de grants, les han sido reduido o eliminado completamente los fondos gubernamentales.

¿Dónde están los espacios?

La falta de lugares de creación y exhibición asequibles es alarmante. Muchos artistas trabajan desde su cocina, montan exposiciones en pasillos, ensayan en garajes compartidos, y ni hablar de la danza, el teatro experimental o el arte sonoro: si no se adapta a un lounge o una sala de conferencias, es casi imposible producirlo.

Los pocos espacios independientes que florecen (y florecen con garra) lo hacen gracias a sacrificios personales, crowdfunding y voluntariado constante. Son sostenidos por amor, no por política pública.

Una ciudad sin tejido cultural no es ciudad.

Mientras tanto, el discurso oficial sigue promoviendo a Miami como “hub creativo”, “melting pot”, “ciudad global del arte”. Pero, ¿qué tipo de ciudad cultural queremos ser? ¿Una que importa talento para ferias de lujo? ¿O una que reconoce, financia y respeta a sus artistas locales?

La cultura no es decoración, no es entretenimiento. La cultura es lenguaje, archivo, terapia colectiva, identidad, transformación, y si seguimos relegándola al terreno del espectáculo, perderemos lo más importante: el alma.

POR | SNARKY SUE

FOTO COVER | ANJALI MEHTA

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Snarky Sue was born somewhere between a half-erased mural and a poorly covered protest. A cultural journalist with a sharp tongue and a community-driven heart, Sue has a sixth sense for sniffing out progress dressed up as PR. She's lived in newsrooms, alleyways, pop-up galleries, and WhatsApp groups where the real art-world gossip brews. At CHUSMA NEWS, her pen exposes what others try to sweep under the mural. She speaks with irony but thinks seriously. She believes art is both a trench and a loudspeaker. If something reeks of gentrifier opportunism or censorship wearing institutional perfume, Snarky Sue is already taking notes.