Del texto al espacio: la gramática visual de Feal.

in VIRTUOSO TALKS

Hay quienes diseñan espacios, y hay creativos como Dario Feal que los traducen. Artistas como Feal traducen memorias, climas, texturas de época, gestos cotidianos, y también lo invisible. Nacido en Buenos Aires, en los albores de la democracia argentina, Feal creció entre la efervescencia cultural de una ciudad que hervía en escena. Desde las puestas en escena en el Luna Park hasta las luces que rasgaban el Obelisco, el joven espectador entendió pronto que el arte no solo se contempla: se habita.

Hoy, desde Miami, ciudad en constante mutación, donde la estética y la identidad chocan y se mezclan como olas en la orilla, Feal despliega su oficio como diseñador de arte y escenografía con la misma curiosidad que lo trajo hasta aquí. Su trabajo, que navega entre el cine y el teatro, conjuga precisión técnica con una sensibilidad casi alquímica: cada color, cada mueble, cada ausencia tiene sentido.

En esta conversación íntima, Dario nos lleva tras bambalinas: ahí donde las palabras de un guion comienzan a tomar cuerpo, donde una escena lluviosa puede volverse pesadilla logística, y donde una habitación sin techo puede decir más que mil líneas de diálogo. Virtuoso Talks abre el telón para explorar su proceso, sus obsesiones cromáticas, y la forma en que sus escenarios, sin alardes, cuentan historias que se quedan resonando mucho después de que la imagen hace fade out en la pantalla de cine, o baja el telón sobre las tablas del escenario.

Actor argentino Ricardo Darín y Dario Feal

Naciste en Buenos Aires, una ciudad con una gran tradición teatral y artística. ¿Cómo influyó tu entorno en tu vocación como diseñador de arte?

El hecho de que Buenos Aires tuviera una movida cultural y artística funcionó perfectamente como un marco, como un paisaje a mi alrededor. Mis primeros años de exploración artística coincidieron con el advenimiento de la democracia, y eso fue maravilloso porque había mucha inspiración por todos lados. Por otro lado, al menos en mi caso, también aparece el entorno de la casa familiar, que se amalgamaba perfectamente con la realidad coyuntural. Había mucho por ver, y muy bueno, entonces empezaba a darme cuenta de que me sentía convocado por cosas que tuviesen un impacto visual o estético; en estas muestras o espectáculos a los que asistía.

¿ Cómo olvidar cuando los plásticos gigantes caían del techo cubriendo la platea del Luna Park en la puesta de “Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny”, o los seguidores blancos sobre el Obelisco en “La Tirolesa” de la Organización Negra, o cuando entré al cine a ver “Matador” de Almodóvar? Todo lo visto en mis años de formación me marcó mucho, y aún hoy me sigo conmoviendo cuando veo algo que me gusta.

Dario Feal

¿Qué motivos te trajeron a Miami y cómo ha cambiado tu enfoque creativo desde que vives en esta ciudad?

Llegamos a Miami, un poco por curiosidad y otro poco dejando atrás una larga pandemia. En Buenos Aires en ese momento no había producciones, y tuve la suerte de participar en unas puestas teatrales filmadas, sin público, gestadas por el Teatro Nacional Cervantes… pero eso era todo. Por supuesto, continuaba dando clases online para diferentes instituciones académicas, y claro, después de eso, llegar a Miami con el sol brillante y sin rastros de cuarentena fue como una ensoñación. Entonces, poco a poco empezaron a aparecer cosas que no se me ocurría que podía hacer. En estos tres años que llevo en Miami, y que siento que no es mucho aún, me he permitido conocer a gente sensacional y voy teniendo posibilidades de demostrar todo lo aprendido, y experimentado hasta ahora en mi profesión.

Has trabajado en cine y teatro. ¿En qué se diferencian estos dos mundos cuando se trata de diseño de arte?

En la mirada. En el teatro es la mirada de un espacio único: lo que diseñás es lo que se ve; lo que está en el escenario es para ser visto y no hay manera de ocultarlo de los ojos del público. En cambio, en el cine, el lente de la cámara o el director es quien decide qué mostrar y qué dejar afuera. Me está sucediendo últimamente que, con la tecnología, hay lentes que ven más que el ojo, y eso te hace estar más alerta. En el cine puede suceder que construyas o diseñes espacios más disímiles, sin conexión real, pero que justamente, aprovechando el lenguaje cinematográfico, podés jugar a que el contraplano no sea en el mismo decorado y, sin embargo, funcione perfectamente en la edición final.

Otra cuestión que me parece interesante como diferenciación es el “convivio”, las convenciones que se generan con el público de una sala teatral.  Si en una escenografía teatral diseño una habitación realista pero sin techo, por ejemplo, hay una convención explícita que no sería sorprendente porque posiblemente esté ubicada la parrilla de luces, pero en el cine, si veo un decorado de una habitación realista con un lente gran angular y no se ve el techo, sería algo muy raro.

Cuando te enfrentas a un nuevo proyecto, ¿Cuál es el primer paso en tu proceso creativo? ¿Cómo construyes la identidad visual de una producción?

El inicio de un proyecto es lo que más me gusta. Tener el libro adelante y empezar a leerlo con mucha apertura mental para dejarte afectar por estímulos, recuerdos, música, imágenes que recordás, colores que se te presentan. Es hermoso y también te pone en alerta, así, cuando termino el guion, ya tengo algunas imágenes dando vueltas que luego empiezo a bajar y a desarrollar. Comienza una selección, un reciclado, y en muchos casos queda muy poco de esas imágenes inspiradoras del principio, pero su esencia continúa tangible en la obra.

¿Cómo logras que un diseño de escenografía o arte no solo complemente la historia, sino que también la potencie?

Hay dos cosas que me parecen importantes de mi trabajo, o mejor dicho, del trabajo de Dirección de Arte. Por un lado, el traspaso de formatos: lo que dice un libro, un texto o un guion, y corporeizarlos o transformar esas palabras en espacios reales. Por otro lado, está el momento de aportar a la historia, de sumar y potenciar elementos para terminar de completar a los personajes o a la historia. El mundo de los signos empieza a aparecer y, como un trabajo semántico o de alquimia, empezás a aportar elementos que no aparecen previamente en el libro, pero que se vuelven imprescindibles para definir los espacios de tal o cual personaje. Lo mismo sucede con el vestuario, y por otro lado, como un oxímoron, llega un momento en que debés detenerte para no terminar invadiendo por demás y que, de repente, la dirección de arte pase a ser lo más importante de la trama.

Hay un equilibrio delicado entre la estética y la funcionalidad en el diseño de arte. ¿Cómo manejas esa tensión?

Justamente esto es un poco lo que mencionaba anteriormente: hay veces en que uno debe estar atento de no enamorarse perdidamente de la creación, para que esta no termine devorando el significado de la obra. En general, al trabajar dentro de un equipo creativo, el de dirección, el de fotografía o iluminación, y el de producción, ayuda a encontrar un equilibrio en el trabajo, y realmente es hermoso cuando se genera esa comunión entre todo el equipo.

¿Hay algún material, textura o elemento recurrente en tu trabajo que sientas como un sello personal?

En general, casi siempre me inclino por una paleta de colores específica, que me es muy afín; o al menos eso me surge naturalmente. Por supuesto, muchas veces varía según el proyecto. Busco siempre una gama uniforme. Hace unos años me contrataron para hacer unos comerciales en Brasil justamente porque les gustaba la colorimetría que manejaba, pero fue muy gracioso que, al llegar a Brasil, me dejé invadir por los vibrantes colores tropicales, dejando de lado lo engamado y apastelado que me motiva habitualmente.

¿Cuál ha sido el reto más grande que has enfrentado en un proyecto y cómo lo resolviste?

Una de las experiencias más complejas fue la de resolver una película que transcurría a fines de los 70 en un pueblo. El pueblo exigía una serie de edificios que, por supuesto, en la locación no existían. Entonces tuve que transformar muchas locaciones para que funcionaran con el relato. Lo peor de todo fue que vino una tormenta de lluvias tremenda y constante. Todo se mojaba; y empezaba a llover incluso en los interiores. Los exteriores que había recubierto para hacerlos de época se mojaban, y, a medida que pasaban los días y la lluvia continuaba, se empezaban a ondear y desarmar. El suelo lo tuvimos que rellenar con arena para poder filmar sin que se viese tanta agua; las calles eran puro barro. ¡Fue súper estresante!

Al ambientador y a su equipo los tuvieron que rescatar en camiones militares porque no se podía llegar a la locación con transporte común. Por los nervios vividos, llegó y renunció, por suerte, cuando se tranquilizó, se quedó y terminó su trabajo de mil maravillas. Se lo agradecí mucho.

En cine y teatro, muchas veces el público no se da cuenta de los pequeños detalles que hacen que un espacio cobre vida. ¿Puedes contarnos sobre algún elemento en tu trabajo que haya sido clave, pero que quizás pasó desapercibido para la audiencia?

Justamente en esa película que comenté, no hay ninguna locación ni decorado que no haya sido intervenido, desde lo más mínimo como cambiar el color a las paredes para que se adaptara a la paleta propuesta, hasta el cambio total del mobiliario. Creo que el resultado es tan natural… hay hasta una gasolinera hecha casi desde cero, que pareciera que la hubiéramos encontrado así, lista para filmar. De cualquier manera, me pone contento ese resultado: el de no llamar la atención, que todo parezca real, incluso un poco deslucido. La propuesta era aportar contexto, época, y una paleta de colores discreta, ya que la historia era dramática en sí.

Has trabajado en distintas ciudades y contextos culturales. ¿Cómo se refleja el espíritu de Miami en tu diseño de arte?

Siento que todavía no tuve la certeza de haber reflejado a Miami en un trabajo. Lo más cerca que estuve fue cuando me encargaron desde Teatro 8 el diseño de vestuario y escenografía para “Casa Valentina”, pero al final la producción no siguió adelante y no se pudo concretar.

En una ciudad donde el arte y la cultura están en constante cambio, ¿Cómo te mantienes inspirado y conectado con la escena local?

Uno es producto de su tiempo. Estar permeable al aquí y ahora hace que eso se vea reflejado en su trabajo, en sus decisiones estéticas. A mí me resulta muy interesante encontrar marcas de tiempo en los proyectos, que muchas veces son anacrónicas respecto a la época que retratan. ¡Eso me encanta!

Por ejemplo, si ves Barry Lyndon, su estética estilística corresponde a los 70, cuando fue filmada. Las pelucas tienen algo hippie, se las ve más sueltas; la ropa es mucho más lánguida que lo que la verdadera época proponía. Y así, podemos rastrear en las películas de época; también su época de realización. Es algo inherente al momento, a la mirada de ese presente sobre el pasado.

¿Cómo crees que el público de Miami percibe el diseño de arte en el teatro y el cine? ¿Sientes que hay una apreciación por estos detalles?

El público, en general, percibe las cosas cuando son realmente llamativas o espectaculares, y ahí sí están expectantes de lo que sucede en escena. Por eso me parece súper divertido cuando las escenografías se transforman o cambian a vista del público. Es un recurso que, más allá de usar las convenciones teatrales, también increpa al espectador para mantener una mirada atenta. Cuando eso sucede, es magia pura. ¡Me encanta!

Si pudieras diseñar la escenografía de una obra o película que represente la esencia de Miami, ¿cómo la imaginarías?

Hace un tiempo le comentaba a un amigo que sería genial trabajar en la adaptación de la última novela de Tom Wolfe: “Back to Blood”, para cine. Creo que sería una película fantástica. Por un lado, transcurre enteramente en Miami, por otro, muy al estilo Wolfe, ya que están presentes todas las subculturas que habitan en esta ciudad. Pienso en lo rica que sería la imagen y el diseño de producción para retratar los subnúcleos sociales que tiene Miami. Creo que ahí reside la esencia de esta ciudad: una constante interacción entre la América con raíces hispánicas, el Caribe y los norteamericanos. Al final de cuentas, eso es Miami: un montón de gente que llega desde diferentes lugares, con distintas culturas y expresiones, para fusionarse y aportar valor a esta tierra en el mejor de los sentidos.

¿Hay algún proyecto soñado que todavía no hayas podido realizar?

Muchos! Son más los soñados no realizados que los que llevé a cabo.  Igualmente, como dice Sondheim: ¡Cuidado con lo que soñáis! así que espero que siempre lleguen proyectos soñados que merezcan todo mi respeto y trabajo… ¡Por supuesto también me siento feliz y satisfecho con lo hecho!

¿Qué consejo le darías a jóvenes diseñadores de arte que quieren abrirse camino en esta industria?

Que sean permeables y se dejen afectar por la belleza circundante, por todos lados hay material ficcionable solo hay que estar atento y tomarlo y resignificarlo.  Y por sobre todo que sean “inquietos”, en el mejor de los sentidos, estar atentos a las posibilidades que se nos van presentando.  A veces un hecho fortuito que hacemos hoy repercute tiempo después y entonces te llega la recompensa.  Trabajar a conciencia, y con decisión es la base para llegar a buen puerto o alejarte de él. 

POR | BERT OCHOA

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Bert Ochoa’s work in podcasting, filmmaking, and blogging has been pivotal in creating a supportive network for immigrant artists, helping them share their stories and navigate the challenges they encounter. His mission centers on building a community of creative individuals united by their passions. With a strong background in production, sound recording, screenwriting, and cinematography, Bert is well-equipped to pursue his ambition of becoming a documentary film director. His dedication to storytelling and community engagement drives his work, as he seeks to amplify diverse voices and narratives through his artistic lens.