El teatro siempre ha sido un espacio donde los dilemas de la humanidad se revelan con crudeza y belleza al mismo tiempo. En “Protocolo”, Abel González Melo desarma el clásico de Ibsen “Un enemigo del pueblo” para reconstruirlo en un terreno que nos resulta inquietantemente familiar: un mundo atravesado por crisis medioambientales, tensiones políticas y contradicciones íntimas. La Belloch Teatro, con la visión de sus productoras Laura Cortón y Carolina África, convierten esta historia en un espejo contemporáneo que nos confronta con preguntas que siguen siendo tan urgentes como incómodas.
Presentada en el marco del 39 Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami, “Protocolo” no solo llega como una puesta en escena, sino como un acto de resistencia cultural y reflexión colectiva. Lo político y lo privado se entrelazan en un duelo interpretativo de alta intensidad, donde la verdad no se ofrece como respuesta definitiva, sino como una herida abierta en el escenario. En esta entrevista, conversamos con Abel, Laura y Carolina sobre la génesis de la obra, los puentes que se tienden entre Madrid y Miami, y la vigencia del teatro como espacio de pensamiento y emoción compartida.
“Protocolo” está inspirada en “Un enemigo del pueblo” de Henrik Ibsen, pero situada en un contexto contemporáneo marcado por dilemas éticos, medioambientales y políticos. ¿Qué te llevó a escoger esta historia como base para una nueva creación, y qué urgencias actuales resuenan en ella?
Abel González Melo (AGM): Los clásicos poseen el singular misterio de resonar en cada época y aportar luz sobre las paradojas del presente. Ibsen es un autor monumental, a partir del cual he trabajado en diversas ocasiones. Me interesa tanto por la extraordinaria topografía humana que desvelan sus piezas como por las deslumbrantes arquitecturas de sus argumentos, toda una enciclopedia del alma humana. “Protocolo” aborda el espacio latente central de “Un enemigo del pueblo”, un balneario turístico, así como el dilema ético que vertebra la pieza: ante una crisis medioambiental, que es de hecho una crisis política, social, económica y desde luego sanitaria, cuáles son las prioridades, qué ha ocurrido para llegar hasta ese punto, qué intereses obstaculizan la resolución del conflicto. En otras palabras: cómo aprender de las debacles pasadas y presentes en pos de construir un futuro más amable para quienes nos sucederán. Pocos asuntos hay tan urgentes como este, que nos golpea a diario con cada noticia de un incendio forestal, de un río contaminado, de una especie en peligro de extinción.
Mi texto es, en efecto, una escritura nueva: la docena de personajes de Ibsen se sintetiza en dos, que pasan de ser hermanos allá a ser marido y mujer aquí; así, la acción queda comprimida al interior del chalé familiar, al que por distintas vías van llegando los ecos del exterior. Hay retrospectivas, simultaneidades y repeticiones, que son recursos frecuentes en mi teatro, pero impensables en las estructuras dramáticas de la época en que Ibsen escribió. Hacia el final se podrá percibir también un guiño a “Casa de muñecas” (obra que ya había servido de base a mi texto “Mecánica”), porque tratándose de una pareja, en el viaje desde el gran discurso público hasta la desnudez de la intimidad, las apariencias ocultan a veces razones inesperadas. Y la idea del héroe romántico ibseniano, que va hacia adelante con su verdad cuéstele lo que le cueste, hoy es mucho más difusa, más ambigua, está más adulterada por el miedo, la incertidumbre o la comodidad del confort.

La participación en el 39 Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami, es una oportunidad para tender puentes con nuevas audiencias. ¿Cómo viven esta invitación y qué expectativas tienen con respecto a la recepción de la obra en un contexto tan particular como el de Miami?
AGM: Soy un dramaturgo cubanoespañol tengo el privilegio de llevar dieciséis años estrenando en Miami. “Protocolo” será el texto número doce de mi autoría que se vea en esta ciudad, desde que en el Teatro Trail se hiciera “Chamaco” en 2009. Y es la séptima ocasión en que participo en este emblemático festival, gracias a que en 2014 la compañía española Albanta fue invitada con mi obra “Cádiz en mi corazón”, dirigida por Pepe Bablé, y gracias también a que desde 2018 he sido dramaturgo residente de la compañía anfitriona, Teatro Avante, que bajo la dirección de Mario Ernesto Sánchez ha producido en sus estrenos mundiales cinco textos de mi autoría. Mi gratitud hacia Miami, su Festival Internacional de Teatro Hispano y su público es inmensa. Cada año aquí significa una bendición y un lujo.
Este 2025 siento algo especial por varias razones. En primer lugar, porque Mario Ernesto, el director fundador del festival, no estará físicamente, aunque su espíritu y su alegría inundan y desbordan esta ciudad siempre. A lo largo del tiempo, Mario, que ya era mi amigo, se fue convirtiendo para mí, más que en un director, en un maestro; cada proceso de trabajo juntos fue un disfrute y un espacio de crecimiento intelectual y humano, en equipo. En segundo lugar, porque me entusiasma presentarme por primera vez en Miami como director con un proyecto generado en España, donde vivo hace diecinueve años, y hacerlo de la mano de La Belloch Teatro, querida compañía capitaneada por dos grandes mujeres emprendedoras, artistas y productoras: Carolina África y Laura Cortón, que con esta producción se presenta por primera vez en Estados Unidos. Y en tercer lugar, porque tendremos la oportunidad de compartir con el público de Miami el trabajo del maravilloso grupo de profesionales españoles con los que tengo el honor de colaborar: los diseñadores Javier Chavarría y Agustín Maza, el músico Antonio Dueñas, la ayudante de dirección María Colibrí, el coordinador técnico Alejandro de Torres y, por supuesto, nuestro fabuloso elenco: Beatriz Argüello y Ernesto Arias. A cada persona e institución de Miami y de Madrid que está haciendo posible que nos encontremos aquí, a la organización del festival y a todo su equipo: ¡gracias!
Tan rico en su diversidad y tan inteligente en su exigencia, el público de Miami seguramente podrá percibir las resonancias, universales y próximas, de “Protocolo”, ubicada en una ciudad balneario del Mediterráneo que muy bien podría ser un enclave costero en el sur de la Florida.
El conflicto que plantea “Protocolo” no solo es político, también profundamente íntimo. ¿Qué te interesa de esta tensión entre lo público y lo privado y cómo buscas que el espectador la experimente en escena?
AGM: Desde la tragedia griega clásica el choque entre lo que se muestra y lo que se oculta ha sido el eje conflictual del teatro. Los seres humanos estamos todo el tiempo ante esa encrucijada: cómo conviven en un mismo cuerpo el yo privado y el yo público. En qué punto y a quién escogemos contar algo, o por qué y hasta cuándo decidimos conservar un secreto. Pequeñas acciones que suponemos que pertenecen al ámbito estricto de la intimidad, que son intrascendentes, de repente descubrimos, a menudo sin desearlo, que tienen implicaciones mayores, que afectan a otras personas.
En el caso de “Protocolo” el asunto se agudiza ya que los protagonistas son dos servidores públicos: una alcaldesa y un médico que, además, conforman un matrimonio. Al desatarse una crisis imprevista irá saliendo, gota a gota, no solo lo que callaron de cara a la sociedad, sino también lo que han decidido ocultarse internamente. Nos interesa analizar escénicamente esas fricciones, confrontar las motivaciones que llevaron a los personajes a actuar de uno u otro modo, mostrar la complejidad del alma humana, sus claroscuros. En la cuerda floja de esa fragilidad al descubierto esperamos que “Protocolo” sea una experiencia disfrutable para el público.
La obra es también una apuesta por un teatro de alta factura interpretativa, con dos referentes del escenario español como Beatriz Argüello y Ernesto Arias. ¿Cómo fue el proceso de trabajo con ellos y qué aportaron a la creación de este universo escénico?
AGM: Trabajar con Beatriz y Ernesto es un regalo y un aprendizaje. Son intérpretes de gran inteligencia, de profundidad, de sutileza, y a la vez de una enorme generosidad escénica. Justo en 2025 están celebrando tres décadas de su debut profesional: ambos formaron parte del elenco que inauguró, en febrero de 1995, el emblemático Teatro de La Abadía de Madrid, con el montaje de “Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte” de Valle-Inclán, bajo la dirección de José Luis Gómez. Tras formarse en esa casa, que ha sido históricamente una de las academias actorales más prestigiosas de España, no han parado de crecer como intérpretes, directores y maestros.
Su elección no fue azarosa para “Protocolo”: necesitábamos una actriz y un actor que pudieran adentrarse en la complejidad dramática que el proyecto plantea, en el juego de roles que se intercambian y construyen en espejo; intérpretes con un instrumento técnico sofisticado, capaces de habitar la montaña rusa de situaciones que el argumento plantea con el equilibrio exacto de sinceridad y hondura. No es fácil encontrar intérpretes de ese nivel, que puedan dominar el registro íntimo sin perder el misterio de la teatralidad. La entrega, el buen gusto, la intuición, la sabiduría y la altura humana de Beatriz y Ernesto fueron esenciales para trazar con autenticidad el camino de composición de los personajes. Ver cómo van construyendo en escena los procesos, cómo se miran, cómo se escuchan, cómo pactan, con tanta humildad y tanto rigor, ha sido y sigue siendo una experiencia fascinante.
Desde tu experiencia, ¿cuál crees que es el papel del teatro contemporáneo en una sociedad que vive múltiples crisis —sociales, climáticas, políticas—? ¿Puede el arte escénico ser una herramienta de transformación, de reflexión o incluso de resistencia?
AGM: En un mundo cada vez más marcado por la virtualidad, el teatro vuelve a reconciliarnos siempre con el intercambio humano y con el disfrute vivo del presente. A diferencia de las demás artes, que necesitan soportes perdurables para existir, el arte escénico supo desde el principio que en el carácter fugaz radicaba su triunfo: los cuerpos, las miradas, las voces y la escucha de intérpretes y espectadores, durante un lapso de tiempo, son su único e indispensable soporte. La semilla ahí sembrada, en el acto teatral, germinará luego en la imaginación, en la memoria, donde seguirá creciendo hasta dimensiones imprevistas.
El poder del teatro radica justamente en la emoción suscitada durante ese pacto efímero: alguien fingiendo ser otro ante alguien que finge creerle. Seres humanos encarnados por seres humanos ante seres humanos. No hay arte que supere en humanidad al teatro.
Por eso, en la comunión frente a frente, el teatro sigue siendo el mejor foro para debatir el mundo y sus crisis, los eternos conflictos entre voluntad y destino, guerra y paz, odio y amor, tinieblas y luz. Seguramente el teatro no consiga transformar las grandes estructuras que mueven la sociedad: no es su cometido ni tiene la capacidad para ello. Pero lo que sí puede el teatro es confrontar, traducir, reinventar, sugerir oportunidades que en la realidad parecen imposibles. Lo que sí puede es construir ilusión, movilizar un pensamiento, sanar una herida, iluminar un camino en el interior de una persona. Hacerle ver la vida de una manera insospechada. Tocar el alma. Y eso ya es mucho.
La Belloch Teatro ha construido un camino sólido dentro de la escena española e internacional desde 2011, apostando por la creación contemporánea y el trabajo de autoría. ¿Cómo describirían la evolución de la compañía desde sus inicios hasta este nuevo proyecto?
Laura Cortón y Carolina África (LC y CA): Desde siempre hemos apostado por la creación propia partiendo de la dramaturgia nacional contemporánea de autoras y autores vivos. Comenzamos produciendo textos de las socias fundadoras de la compañía, Carolina África y Virginia Frutos, tales como “Verano en diciembre”, “Zombi zombi” o “Vientos de levante”, con los que hemos girado nacional e internacionalmente. Estos trabajos han sido reconocidos con diversos premios. Con el tiempo, y a medida que la compañía ha ido consolidándose, nos hemos abierto también a producir textos de compañeros que admiramos como Abel González Melo, Manuel Benito o Javier Vicedo, siempre manteniendo esa línea inicial y, ante todo, el espíritu de compañía teatral, que fue lo que nos hizo juntarnos en un principio.
En España, la escena teatral es diversa pero también desafiante, sobre todo para compañías independientes. ¿Cómo ha sido su experiencia desarrollándose dentro de ese ecosistema artístico y qué aprendizajes han extraído de ese recorrido?
LC y CA: Efectivamente, la escena teatral en España es desafiante. No podemos decir que el camino de las compañías independientes sea precisamente fácil; desde nuestros inicios hasta ahora ha tenido muchas luces y sombras y aún a día de hoy sigue siendo inestable. Uno de los mayores aprendizajes ha sido entender que podemos estar un año en un teatro nacional haciendo temporada y al año siguiente en una sala pequeña independiente cobrando a taquilla y haciendo bolos sueltos. Nada asegura nada. Pero lo que sí podemos hacer es mantener la misma pasión y el mismo compromiso por el trabajo tanto en un sitio como en el otro; agudizar el ingenio para sacar una producción adelante en tiempos bajos y continuar reivindicando nuestro lugar y más ayudas reales y espacios para la creación.
CRÉDITOS
Autor y director | Abel González Melo
Ayudante de dirección | María Hernández Jiménez
Vestuario y espacio escénico | Javier Chavarría
Espacio sonoro y música original | Antonio Dueñas
Iluminación | Agustín Maza Liñán
Coordinación técnica | Alejandro de Torres
Fotografía | Fernando Aguilar & Marcos G. Punto
Vídeo | Manuel del Valle
Producción | La Belloch Teatro
POR | BERT OCHOA
FOTO COVER | CORTESÍA TEATRO AVANTE